Continúa la ola de no violencia en el GBA: reprimen a militantes ultrapacifistas que bloqueaban el tránsito de delincuentes

(click en la imagen para agrandar el camino de la no violencia bonaerense)

El temido grupo ultrapacifista “La trompada de Ghandi” volvió a conmocionar las calles bonaerenses con su consigna “Paz o que se pudra todo”. Esta vez, los militantes de la agrupación budinista bloquearon durante algunas horas el acceso al aguantadero de una violenta banda delictiva de la zona surnoroeste del GBA.

Entusiasmados por las muestras de afecto que le hacían llegar constantemente los vendedores ambulatorios de paco e incienso del barrio, y alentados por la circunstancial presencia de los principales noticieros de TV en viaje hacia la Costa Atlántica para cubrir la actualidad veraniega nacional, los ultrapacifistas permanecieron firmes en el lugar bajo la atenta vigilancia de las fuerzas de seguridad.

La colectora: una alternativa al avance del delito

Las cosas comenzaron a complicarse cuando arribaron al lugar los primeros delincuentes. Conduciendo un auto robado repleto de electrodomésticos que habían sustraído del local de una conocida cadena comercial, los malvivientes aceptaron de mala gana detener el vehículo y no atropellar a los militantes de la no violencia, pero se negaron terminantemente a deponer las armas en caso de que alguien se los solicitara.

Luego de nerviosas conversaciones, que incluyeron un generoso reparto de golpes de puño entre los ultrapacifistas y de electrodomésticos entre los policías, los delincuentes no solamente aceptaron pensar en la posibilidad futura de convertirse al budinismo, sino que también se mostraron conformes con la propuesta policial de tomar un camino alternativo para regresar a su aguantadero. Cosa que hicieron tras recibir un didáctico plano a mano alzada y el certificado de libre circulación y estacionamiento expedido por el Juez de Fianzas y Garantías local.

Otra mejilla, otra trompada, el mismo camino...

Cuando los militantes ultrapacifistas todavía festejaban su “éxito” y los uniformados terminaban de acomodar licuadoras y microondas en los baúles de los patrulleros, la llegada de cuatro sujetos de escasos modales y frondoso prontuario encendió la alarma de los excomulgados derechos civiles bonaerenses y las pontificias luces rojas de las cámaras de TV.

Exhibiendo armas largas en sus manos y dejando entrever las cortas entre sus ropas, lo único que los delincuentes aceptaron intercambiar con los militantes de “La trompada de Ghandi” fueron disparos. O golpes, cuando la respuesta de éstos fue ofrecer sus otras mejillas. “A los pobres muchachos le llenaron los cachetes de dedos”, resumió un vecino que presenció la escena escondido detrás de un móvil de “Telenoche Investigaba”.

Agotados luego de un día de intenso trabajo delictivo y cansados de golpear las mejillas de los ultrapacifistas, los malvivientes dieron por terminada su paciencia y exigieron la inmediata liberación del camino hacia su guarida. Más convincentes aún, amenazaron con comenzar a disparar sus armas contra todos los presentes, quienes, pronosticaron, se transformarían en futuros “ausentes”. Y consiguieron ganarse el primer plano de las cámaras de TV cuando a su combo de amenazas le agregaron la posibilidad de hacer detonar un par de sobrias e impactantes granadas.

Releyendo el Manual del Alumno Bonaerense

“Todo delincuente argentino tiene derecho a tener su aguantadero y a disfrutar del fruto de su trabajo”, invocó ante las cámaras televisivas el abogado de la banda, que los acompañaba a la prudencial distancia legal de una cuadra y que, se presume, les habría alcanzado las granadas aprovechando un corte en la transmisión.

Con evidentes signos de cansancio y confesas ganas de iniciar la feria judicial, el letrado, que antes había intentado destrabar la situación arrojando gas paralizante a los militantes y habeas corpus en los juzgados, ofreció zanjar las diferencias mediante la aplicación in situ de las normas del Derecho Delictivo Bonaerense.

Detrás del abogado, mientras ante las cámaras televisivas los delincuentes mostraban sus armas largas, los ultrapacifistas sus desfiguradas mejillas y los vecinos sus mejores sonrisas, algunos policías trataban de ocultar los electrodomésticos robados detrás de un cartel con la imagen de Mahatma Ghandi junto al Demonio de Tasmania y Bob Marley.

El pueblo quiere saber a quien pegarle

Tras intensas e infructuosas negociaciones para que los integrantes de “La trompada de Gandi” depongan su actitud y liberen el paso de los delincuentes, por fin la policía recibió la esperada autorización judicial para utilizar la fuerza que considere necesaria para hacer cumplir con sangre la sagrada Ley del Conurbano Bonaerense. “Se equivocan los que dicen que los delincuentes entran por una puerta y salen por otra. Sólo transitan libremente”, comentó un conocido funcionario de la Gobernación, que prefirió ocultar su identidad invocando razones de inseguridad personal justificadas por residir en la zona.

En cuestión de segundos, y ante el aplauso de la multitud de automovilistas que para esa hora se había congregado en el lugar, las fuerzas del orden cargaron violentamente contra el grupo ultrapacifista. Mientras los miembros de la Infantería se ocupaban de golpear las mejillas derechas y los de la Montada hacían lo mismo con las izquierdas, los vecinos colaboraban con la Ley mirándolos de costado, insultándolos de frente y empujándolos de dorso.

Los militantes budinistas que conseguían escapar de la golpiza institucional eran inmediatamente perseguidos y atropellados por los automovilistas, que hacían sonar sus bocinas para disimular los molestos gritos de los aún más molestos ultrapacifistas.

“Si este no es el pueblo, el pueblo donde está?”, se preguntaba a coro un grupo de pequeños narcotraficantes autoconvocados, que aprovechaba la presencia de la TV para reclamar una rebaja en las contribuciones involuntarias que le exige la policía local. "Que al menos nos cobren lo mismo que a los grandes narcotraficantes...", alcanzó a solicitar uno de ellos segundos antes de quedar inconsciente tras recibir el impacto de un sellazo de goma perdido, aparentemente por un suboficial administrativo de la comisaría cercana.

El abrazo partido de la Ley

“La calle está en orden”, aseguró poco después el jefe del operativo, ganándose la ovación de los vecinos, los automovilistas, los delincuentes, los ultrapacifistas, los periodistas, los policías y una placa roja de Crónica TV.

También, el abrazo partido y la sonrisa entera de Daniel Scioli, que segundos antes había llegado al lugar acompañado por todos los integrantes de su Gabinete Psicopedagógico y un nutrido grupo de técnicos de marketing de salón que lo asesoran en temas de inseguridad social e higiene personal. “La Provincia también está en orden”, agregó el gobernador y ordenó el inmediato pase a comerciales. Tras verificar que todos los canales cumplieran con la exigencia de exhibir la señal de ajuste de cuentas, dió por finalizada la transmisión del episodio.

Horas más tarde, mientras almorzaba con Mirtha Legrand en una carpa de Mar del Tuyú, Scioli aprovecharía para condecorar al Jefe Policial y premiar a los automovilistas involucrados con créditos no pagables del Banco Provincia. “La no violencia es una ideología del pasado. Es hora de entrar en la posmodernidad con fe y esperanza”, propondrá el gobernador bonaerense al momento de brindar con la diva y el resto de los invitados: los cuatro delincuentes víctimas del fanatismo ultrapacifista.

INFORME: CHICHE ALMOSNY, CORRESPONSAL TX2K EN LA INDIA. CONSULTOR PACIFISTA: LIC. OMAR CAÑETE BLASCO. AGRADECIMIENTO ESPECIAL: PARRILLA HINDÚ “NO SIGA A LA VACA” (PRUEBE NUESTRO EXQUISITO LICUADO A LAS BRASAS).

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