Como esas ojotas viejas y anticuadas tan cómodas como impresentables en sociedad, así es el presente imperfecto de Guillermo Moreno para la Pareja Real. Tanto nos han servido, tanto las hemos usado, tan confortable es tenerlas siempre a mano... cómo vamos a tirarlas así como así, solamente porque salir con ellas nos pondría en el centro de todas las miradas.
Las modas cambian. A veces, cada seis años. Otras, algo menos. Pero el mandato de la moda no puede ser desoído, ni siquiera por los sordos fashion que no quieren oir.
Desentonan, las ojotas, Moreno, con la cartera Louis Vuitton de Cristina. No tanto con el saco cruzado Open For Ever de Néstor. Pero hoy, cartera mata galán. "Hay que tirarlas a la basura", desalmados, aconsejan los asesores de imagen. "Mejor, dejarlas en la puerta que algún cartonero se las va a llevar", se corrigen los asesores recuperando el espíritu setentista que sobrevuela la boutique creativa, donde le prueban pilchas nuevas a un modelo distributivo de Pancho Dotto.
Las opciones de esconder las ojotas, a Moreno, en una bolsa de papel o en una valija fueron desechadas de plano. La misma suerte corrieron el baño de algún ministerio, un gasoducto por construirse, un índice oficial o la camioneta chocadora de Varizat. Sin embargo, la falta de opciones es la mejor de las noticias: las ojotas no terminarán en el Cinturón Ecológico, el mismo que une por el espanto, y divide por amor, el cuerpo bicéfalo de Scioli-Macri, los siameses de la Non Sancta María de los Malos Aires.
Pero, haciendo números, lo cierto es que ya sea en la cartera de la Dama o en el bolsillo del Primer Caballero, las impresentables pero prácticas ojotas, Moreno, seguirán al servicio del eficiente Delivery K. Un servicio privado de buenos modales para atender a cualquier semidios ateo que intente sacar los pies del plató. Corten!, como diría el energético Vittorio De Vido.
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